Javier Hernández / Bayona (Francia)
Cada uno con su compromiso y con su objetivo. Dos de cada marcaron la tarde. El compromiso de José Tomás es claro: máxima pureza y máxima entrega para hacer no cualquier cosa, sino el toreo. Y su compromiso se corresponde, visto lo visto, con el objetivo. El compromiso de Juan Bautista, claro también, era con el triunfo, como su objetivo. Juan Mora, en tarde de reaparición, lo que tenía era una papeleta y la resolvió con bien.
Dos compromisos distintos, como las necesidades de cada cual. La necesidad de Juan Bautista aprieta y las orejas en la mano mitigan ansiedades. La necesidad de José Tomás, según deja ver, pasa por torear a placer, como en ninguna etapa de sus tres vidas lo haya hecho.
El compromiso con el triunfo y el triunfo como objetivo hay muchas formas de materializarlo. Una, válida, la usó Juan Bautista. Es la de dar pases, muchos, a un toro con movilidad rajada, áspera y huidiza. Y si el toro ni siquiera tiene movilidad, como el sexto, el torero va y decide meterse entre los pitones en arrimón cabal, propinar bernadinas sin ayuda, a la carrera, y clavar el espadazo de la tarde. Así se consigue cumplir con el objetivo del triunfo. Suma oreja y oreja y el torero se va en andas.
El compromiso con la máxima pureza y la máxima entrega para hacer no cualquier cosa, sino el toreo, no es tarea tan baladí. Para ello se requiere una mentalización a prueba de bombas, o valor, que vaya usted a saber cómo se consigue esto de quedarse quieto para tratar a dos toros topones como si fuesen de dulce. Ahí Tomás, que ahora vive para torear como se sueña el toreo. Es decir, que vive para torear despacio como si fuese obsesión, para que su capote vuele sutil a la verónica con las plantas de los pies asentadas en la arena. Para que la gaonera no sea el lance donde se sacan las posaderas, sino donde se encaja el riñón, donde la limpieza impera, donde la gaonera ya no es una trágala sino puro trasporte de embestidas cosidas al medio capote. Un clamor, un primor y una sorpresa.
Así se lo hizo Tomás a su primer topador. Podría buscar JT el triunfo, tenerlo como objetivo, pero su objetivo y su compromiso único eran la entrega total para hallar el toreo. Y así se lo hizo a Francachela, un Jandilla que tomó dos varas en regla, como toda la corrida, y que solo mostró genio, aspereza y nula humillación. JT, con su compromiso, trató las acometidas como si fuesen buenas. El doblón hasta los medios que limó violencias, la bamba a derechas puesta al morro, arrastrando. El natural de ensayo sin enemigo que quisiera tomarlo. Más tragó Francachela de lo que obedeció. Pudo Tomás poner en escena su cacareada manoletina y hallar así el triunfo menos difícil, pero no lo hizo, porque el compromiso de JT era el toreo. La estocada desprendida y la oreja de ley. Otra más le pidieron, pura anécdota.
Su otro toro, su otro mulo. Roncaba al pasar ceñido y se escuchaba en toda la plaza, callada como en examen, y pasaba el mulo a regañadientes. Muleta en mano, todo un diálogo de maestro a mulo. José Tomás ofrecía frentes, franela adelantada para traer, para enganchar. Y el mulo aceptaba la invitación a caviar para pedir mortadela una vez sentado a la mesa. Una vez embestía bruto, la otra dormido y a la espera.
Cambio de táctica. JT retrasa la oferta, la muleta, para prolongar viajes y halla así poco más que un bufido por respuesta. Podría Tomás lanzar molinetes en cadena, otras manoletinas también cacareadas, pero su compromiso no era con las orejas, sino con el toreo, con el toreo que hizo. Y mató de entera tendida, la justa tendencia para alimentar agonías ladronas de orejas. Pura anécdota, de nuevo.
La larga agonía del rajado y amable cuarto también se llevó al limbo una oreja que era de Juan Mora. Su compromiso, el de dejar su sello. Lo hizo con el malo, remalo, mansón, geniudo y orientado que abrió plaza. Le voló el capote suave, en planta erguida. Se puso Juan, en su papeleta de reaparición, se vio el peligro y el que no lo viera, allá penas. La espada sí debió de usarla mejor.
Lo del cuarto fueron fotos plasmadas, allá en los medios, allá en las tablas, mientras dejaba caerse el cuerpo donde se dejaba caer la noble y humillada huida del manso. También Mora podría haber usado picias para tocar el triunfo, pero sería traicionar su sello, su compromiso. Mató de pinchazo hondo y el mitin del puntillero borró premios, nunca las huellas del desdén al natural, en redondo o en las firmas.
El comprometido con el triunfo lo alcanzó. El comprometido con el toreo, también. No llega la puerta grande de JT, ni falta que hace. Ni siquiera hubo volteretas. El comprometido con el toreo tiene su premio en materializarlo. El comprometido con el éxito, se fue por la puerta grande.
Ficha del festejo
Plaza de Bayona. Lleno total, en tarde espléndida. Cinco toros de Jandilla y uno (1º) de Vegahermosa. Corrida de bonitas hechuras, con trapío en sus 500 kilos de media. 1º, geniudo, orientado y rajado. 2º, áspero y sin humillación ni entrega. 3º, de gran movilidad huidiza hasta acabar entablerado. 4º, de trato más suave y rajado también. 5º, un mulo renuente. 6º, parado y defendiéndose.
Juan Mora (botella y oro): algunos pitos y ovación.
José Tomás (champán y oro): oreja y ovación tras aviso.
Juan Bautista (burdeos y oro): oreja en ambos.
FUENTE: http://www.burladero.com/
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