lunes, 26 de septiembre de 2011

Una preciosa faena de José Tomás de despedida

Era la última tarde de toros en Barcelona y, sin embargo, las emociones de la despedida no tuvieron ni la carga ni el acento ni la fuerza de la función memorable del sábado. La plaza de toros, condenada como tal, estaba abarrotada, pero ni consignas, ni pancartas, ni palmas por bulerías ni bulla ni coros ni jarana. Ni casi música, que sonó en apenas dos faenas y en los intermedios.
La fiesta mayor del sábado pareció literalmente irrepetible veinticuatro horas después. La euforia del sábado se había transformado de pronto en resignación y el ambiente de la corrida fue esta vez apagándose progresivamente. José Tomás no llegó a ponerse ni acoplarse con el quinto de la tarde, que fue incierto y deslucido, le tocaron un aviso y ni un ajustado y destemplado quite por gaoneras -de largo la primera, exageradamente encima las cuatro que completaban quite- sirvió para dejar regusto alguno del último toro que mataba en Barcelona el torero de Galapagar, pretendido emblema de gran parte de la Cataluña taurina.
Una generosa decisión del palco premió con dos orejas una faena desigual y una soberbia estocada de Serafín Marín al último toro de corrida, que será seguramente el último en la historia de la Monumental. Y sacaron por derecho a hombros a Serafín y a José Tomás, que había toreado con rara perfección caligráfica al notable segundo de la tarde, y con uno y otro se llevaron a Juan Mora, que no pudo redondear.
Las puertas de la plaza estaban para entonces cerradas, y sólo se permitía salir por un pasillo muy reducido abierto en la cancela principal. En el exterior aguardaba un millar largo de personas con la intención de entrar como al asalto para vivir en masa las últimas horas del toreo en Barcelona. Ya era de noche. El control fue muy severo y dio la impresión de estar supervisado y dirigido por las fuerzas del orden. Un grupo de aficionados de la Unión Taurina de Cataluña se llevó a hombros a Serafín Marón por la Gran Vía hasta el hotel. José Tomás fue metido en su furgoneta, a Juan Mora lo condujeron a hombros calle Marina arriba.
Es probable que la primera de las dos faenas de José Tomás fuera, en punto a razones, estética, formalismo y ritmo, una de las mejores de su larga antología. Y de los últimos cinco ejercicios. También destacar el recibimiento de sus paisanos a Serafín Marín, quien da la vuelto al ruedo con un cartel de toros pintado en su capota. Amén de la tradicional 'senyera' catalana.
 

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