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BARCELONA.— Como en la mayoría de las tardes en la historia moderna del toreo, José Tomás fue protagonista de un hito, la última tarde de toros en la plaza Monumental de Barcelona, después de casi un siglo.
El catalán Serafín Marín fue el otro protagonista triunfal de la infausta tarde en Barcelona. Cada torero cortó un par de orejas, ante una corrida de El Pilar y la prohibición cortó, de tajo, una historia centenaria en una de las plazas más prestigiosas de toda España. La protesta de los toreros frente a la prohibición fue sincera. Con absoluta verdad, el sello que distingue a su toreo, el madrileño se plantó en el ruedo. Toreó con reposo a la verónica, con el capote dormido y detuvo el tiempo por un momento.
Con la mano izquierda, con el toreo al natural, Tomás le ligó la faena a un toro de dulce, al que se pasó a la mínima distancia, entre “olés” y gritos sentidos de “libertad” desde el tendido.
Una pieza de arte que rubricó, a manera de homenaje a la Monumental de Barcelona y conocidos sus habituales fallos con el acero, de una estocada perfecta que desató la locura en los tendidos. La afición pedía incluso el rabo que no fue concedido. A la tarde, histórica por sí misma, Tomás le agregaba la hazaña de héroe. Intentó el madrileño con el quinto, un toro que no le colaboró y al que no mató correctamente. Pero el hito se escribió. Juan Mora se gustó con la capa y la muleta, pero tampoco estuvo fino con los aceros y perdió los trofeos. Marín también se encontró con un dulce que le permitió recrearse hasta el llanto, hasta besar la arena en otro gesto de respetuoso recuerdo a la Monumental de Barcelona que no volverá a abrir sus puertas. Mora, Tomás y Marín hicieron historia.
El Parlamento de Cataluña prohibió las corridas de toros en una histórica votación en julio de 2010, y la de ayer era la última antes de la entrada en vigor del veto, el próximo 1 de enero.
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